Hola Javi. Estoy de acuerdo contigo aunque matizando ciertos puntos. En realidad la idea de Rosa Montero no se contradice aunque en apariencia parece que lo haga. Por un lado afirma que es
“un lugar al que no se puede regresar” y sin embargo dice que
“es un lugar del que nunca se sale”. Si es un lugar del que no se sale, no hace falta regresar y ni tan siquiera perderlo. En todo caso sería un lugar en el que empezó siendo, continúa y debiera de continuar y, según el caso y circunstancias, deseos, personalidades etc., permanecería o no… En mi opinión, se le urge tanto al niño a que tome responsabilidades no propias para su edad que, muchas veces los adultos, apuramos el ritmo auténtico de su maduración y evolución. Otras veces es el propio niño el que se ve arrastrado a ser mayor porque la sociedad va encaminando sus pasos a un ritmo vertiginoso y de esta manera “juegan” a ser adultos sin serlo con la complacencia de sus padres o educadores. ¿Qué niño no ha pensado alguna que otra vez la idea de “…cuando sea mayor…” en el sentido de alcanzar lo que ve en sus mayores y que internamente él sabe que no le corresponde todavía por edad? O bien por imitar modelos (que es una gran mayoría de veces) o bien porque desea hacer lo que sus amigos o compañeros ya han alcanzado con la connivencia de sus mayores. Y sin embargo nos educan para formar parte de una sociedad competitiva y enfrentada… No nos queda más remedio que, por biología, pasar por cada uno de los estadios o ciclos del ser humano. Sin embargo creo que el sentido que le da Rosa Montero a su expresión, pasa por esa “esencia particular y personal” que cada ser ha cosechado y que, de querer asumirla, mantendría consigo como una característica más dentro de su personalidad. Esa sería la permanencia de la infancia en el adulto. Pero hay opiniones para todos los gustos, como por ejemplo que una vez que adquieres responsabilidades familiares o de trabajo (status) tu carácter se va modificando hasta el punto en que debes ser serio o parecerlo ante los que te rodean( como si la responsabilidad en el trabajo y para con la familia tuviera que estar reñida con el sano ejercicio del juego, del humor y de la alegría…) Otras veces, si permaneciera ese “don” de mantener esa esencia de la que hablaba anteriormente, por más tiempo del que se estipula en términos generales por la sociedad, también te mirarían con cierto recelo, incluso hasta osarían a estigmatizarte. ¿Cómo es que un hombre o una mujer formados y cuasi experimentados puede seguir manteniendo ese espíritu infantil? No, no se entendería. Creo que nos corresponde vivir cada etapa de desarrollo pero llevando con nosotros aquellas características infantiles cuyo perfume no ha desaparecido con el paso de los años. Porque ignorar lo que se va viviendo y aprendiendo, conjuntamente con lo que vamos añadiendo a consecuencia de la experiencia, no sería sano por un lado y no se estaría cumpliendo con la autenticidad de la naturaleza. Aunque permanezca en ese adulto, ese gesto de nobleza y transparencia tan característico de la infancia, entre otras cosas. O al menos así lo pienso yo.
Después está la otra parte, aquella en la que atiborramos o pretendemos atiborrar a nuestros descendientes de las múltiples tareas que se pasan por delante, sin pararnos a pensar si los niños tienen o no cualidades para llevarlas a cabo, si están siendo o no felices, o si se están desarrollando simplemente como buenas personas para que sigan ejercitando de eso mismo; de buenas personas. Claro que también habría que ofrecerles algún tipo de herramienta para que su futuro no se vea empañado con ciertos nubarrones como podrían ser los “chupópteros” (que hay muchos) y que podrían salirle al paso a lo largo de su vida. Es decir que, sin dejar de seguir manteniendo esa diafanidad y alegría por todo lo que les rodea, puedan desarrollarse libre y personalmente, porque se sienten cómodos manteniendo su carácter y su personalidad sintiéndose queridos y aceptados. Y de paso completando sus ciclos, los suyos propios como seres distintos e independientes. Ahí es nada y es mucho.
Y Javi, gracias a ti porque con tu comentario me has hecho reflexionar todavía más. Así que mis neuronas se pusieron a jugar.
Saludos.